En las vacaciones de 1893, Freud,
realiza una excursión a los Alpes Austriacos a fin de descansar y “(…) olvidar por un tiempo la medicina y, en
particular, las neurosis (…)” (p.141). Uno de esos días de caminata hacia
un retirado monte “famoso por el paisaje
que ofrecía y por su bien atendido refugio” (p.141); lo aborda una joven de aproximadamente 18 años de edad y le
pregunta: “El señor es médico, ¿verdad?” (p.101). Es así
como Freud introduce su historial clínico sobre una de sus pacientes, a quien
nombraría Catalina (o Katharina).
Catalina, trabajaba en el refugio
donde Freud almorzó aquel día, durante su caminata sobre los Alpes de Austria,
y fue quien le sirvió el almuerzo según la narración de Freud con un “(…) marcado gesto de mal humor, y a la que
la hostelera había interpelado varias veces con el nombre de Catalina” (p.
101), razón por la cual Freud,
conoció su nombre, interpretando además que dicha joven no era una simple
empleada de la hostelera, sino una pariente o su propia hija, por la vestimenta
que llevaba puesta. Continuando con el relato de Freud sobre la interrogación
de si era medico, el responde:
“Si, soy médico, ¿Cómo lo sabe usted?” (p. 101),
a
lo cual Catalina responde: “Lo he visto
al inscribirse en el registro de visitantes y he pensado que podría dedicarme
unos momentos. Estoy enferma de los nervios. El médico de L., al que fui a
consultar hace algún tiempo, me receto varias cosas, pero no me han servido de
nada” (p. 101).
Es
en este momento cuando la demanda de Catalina se hace evidente, por lo cual de
entrada este se considera uno de los casos
fundadores de la psicoterapia breve, no precisamente por el tiempo
cronológico de su desarrollo, sino por la aparición de los tres tiempos lógicos
en el caso, durante el dialogo entre Freud y la joven. “Interesándome el hecho de que las neurosis florecieran también a dos mil
metros de altura, comencé a interrogarla, desarrollándose entre nosotros el
siguiente dialogo (…)”:
“- Bien. Dígame usted: ¿Qué es lo
que siente?
- Me cuesta trabajo respirar. No siempre. Pero
a veces parece que me voy a ahogar” (p. 101).
En
este punto Freud empieza a ubicar el caso en un posible ataque de angustia, en
el cual sobresale el ahogo. Continuando con el relato Catalina le describe a
Freud sus síntomas:
“- Me dan de repente. Primero
siento un peso en los ojos y en la frente. Me zumba la cabeza y me dan unos
mareos que parece que me voy a caer. Luego se me aprieta el pecho de manera que
casi no puedo respirar (…),
- Y en la cabeza, ¿nota usted
algo más de lo que me ha dicho?
- Si, me late como si fuera a
saltárseme.
- Bien. ¿Y no siente usted miedo
al mismo tiempo?
- Creo siempre que voy a morir. Y
eso que de ordinario soy valiente (…). Pero cuando me da eso no me encuentro a
gusto en ningún lado y se me figura que detrás de mí hay alguien que me va a
agarrar de repente” (p.101-102).
En
el anterior dialogo, se puede observar claramente dos elementos claves, propios
de aquel momento en el que se encontraba el psicoanálisis cuando este caso se
suscitó. Por un lado un Freud que en
tanto analista, incluye su interpretación para el planteamiento de interrogantes
con los cuales pretende comprobar una hipótesis de que el caso en cuestión
tiene que ver con ataques de angustia presentados “(…) como signos del aura histérica (…)” (p.102), y en un segundo
momento una analizante que frente al supuesto saber que le otorga al analista,
se deja llevar por esas preguntas para permitir el desarrollo de la sesión.
Para Freud entonces se trataba de “(…) un
ataque histérico que tenía por contenido la angustia (…)” (p.142), y en
busca de otro posible contenido pregunta:
“- ¿Piensa usted siempre lo
mismo, o ve algo frente a si cuando tiene el ataque?
- Si, siempre veo un rostro
horripilante; me mira tan espantosamente; yo le tengo miedo.
- (…) ¿Reconoce usted ese rostro?
(…)
- No.
- ¿Sabe usted de donde provienen
sus ataques?
- No “(p. 142).
En el apartado anterior se observa
claramente la demanda de Catalina, de conocer los motivos de su padecimiento, a
lo cual alude María Cristina Tenorio, en uno de sus textos mencionando al
respecto lo siguiente: “Toda demanda de
análisis es la demanda de un saber pues lo que trae el analizante futuro al
consultorio del analista es una pregunta que se hace urgente e imposible de
callar: ¿por qué?” (1988). En este
orden de ideas no es Catalina la excepción, frente a lo cual Freud busca la
forma de abrirse paso a dicha pregunta, lanzando el siguiente interrogante
refiriéndose a los ataques de angustia de la joven: “¿Cuándo le dio el primero?” (p.102). A partir de la pregunta del
analista, Catalina inicia su narración de lo sucedido: “Hace dos años, cuando estaba aun con mi tía en la otra montaña. Hace
año y medio nos trasladamos aquí, pero me siguen dando los ahogos.” (p. 102).
Frente a esto Freud interpreta que el caso se trata de “adivinar con acierto” (p. 102), la génesis de la angustia que
manifestaba la joven, y relacionando este caso a otros de su experiencia
clínica, se planteó una nueva hipótesis y tenía que ver con que la proveniencia
de la angustia de Catalina se inscribía en el “horror que acomete a un espíritu virginal cuando surge por vez primera
ante sus ojos el mundo de la sexualidad” (p. 102). En este punto Freud interviene puntualizando con una afirmación
que dirige a Catalina, en relación a que dichas
perturbaciones se deben a un momento antes de padecerlas, en el cual ella debió haber visto u oído algo
que le avergonzó mucho, “algo que
prefería usted no haber visto” (p. 102), agrega, frente a lo que la joven responde:
“- ¡Si, por cierto! Sorprendí a
mi tío con una muchacha: con mi prima Francisca (…), Mi tío, el marido de esta
tía mía a quien acaba usted de ver, tenía entonces con ella una posada en X.
Ahora están separados por mi culpa, pues por mi se descubrieron sus relaciones
con Francisca (…)” (p.102).
Catalina
narra, que un día llegaron dos excursionistas a la posada y ante la ausencia de
su tía, quien no estaba en casa, la que estaba a cargo de la cocina era
Francisca, pero no aparecía por ningún lado, ni ella ni su tío. Catalina y su
primo Alois, se dedican a buscarlos por toda la casa y cuando la joven se
acerca a la ventana del cuarto de su tío, lo observa a este teniendo relaciones
con Francisca. En ese preciso momento Catalina siente su primer ahogo, y los
síntomas que se le presentan hasta el momento (pesadez en los ojos, y le latía
la cabeza como si fuera a romperse). “(…)
¿Comprendió usted lo que estaba pasando, o se formo alguna idea de ello?” (p.
103); Exclamo Freud, “(…) Por entonces no
comprendí nada. No tenía más que dieciséis años, y ni me imaginaba siquiera
tales cosas. No sé realmente de que me asuste (…) Me asuste tanto, que lo he
olvidado todo” (p. 103). Posteriormente se interroga a Catalina sobre si el
rostro que la asusta es el de Francisca
o el de su tío, mencionando que es de un hombre pero no puede ser el de su tío,
puesto que en ese momento la habitación estaba oscura y no pudo observar
claramente su rostro y de haberlo visto asume “(…) no tendría en aquel momento una expresión tan horrorosa” (p.
103). Posterior al evento, Catalina cuenta que se sintió muy mal, que no podía
dejar de pensar en aquel momento y el siguiente domingo trabajo todo el día sin
descanso, sin embargo el lunes volvió a sentir el ahogo y esta vez acompañado
de un vomito permanente durante 3 días los cuales no pudo trabajar y mantuvo en
cama. Esto lo explica Freud, desde la
asociación que tiene el vomito con el concepto de asco o repugnancia propio de
la sintomatología histérica, por lo cual realizó una observación sobre el asco
que le pudo haber generado el descubrimiento de su tío y Francisca. “Si, debí sentir asco. Pero ¿de qué? (…) Había
poca luz para poder ver algo. Además estaban vestidos. Por más que hago no
puedo recordar que es lo que me dio asco” (p.104).
Posteriormente Catalina continua su
relato manifestando que su tía la interrogó al verla sospechosa de algo, por lo
cual terminó contándole lo sucedido y frente a esto, las fuertes discusiones y
el embarazo de Francisca, forzó a que los tíos de Catalina se divorciaran y
ésta se trasladara con su tía y sus primos a L. el sitio donde trabajaban y
vivían cuando conoció a Freud. Desde ese momento cuando Catalina y su tío se
cruzan, este muestra un rostro intimidante lleno de ira hacia ella parecido al
que suele observar cuando tiene la sensación de ser perseguida por alguien. En
este momento de forma inesperada, Catalina, comienza a narrar dos
acontecimientos que ocurrieron dos o tres años antes del suceso traumático. El
primero tiene que ver con una ocasión en la que acompaño a su tío al valle, y
se hospedaron en una posada. Mientras estaba dormida sintió el cuerpo de su tío
junto a ella, en la misma cama, a lo cual reaccionó con enojo diciéndole a su
tío que eso no estaba bien y que lo mejor era que duerma en su cama, mientras
el tío exclamó: “¡Calla, tonta! No sabes tú
lo bueno que es eso” (p. 104). Después de discutir con su tío él se quedó
dormido y ella fue a la otra cama a conciliar el sueño. Cuando Freud interroga
sobre el suceso, al parecer la joven en aquel momento ignoraba la connotación
sexual de dicho suceso, lo que le incomodó era compartir cama con su tío, pero
nada más. “(…) manifestó en efecto, que hasta mucho después no había
comprendido las verdaderas intenciones de su tío” (p.104). El segundo
suceso que Catalina narró, tiene que ver con una agresión sexual por parte de
su tío, un día que estaba borracho. En este momento Freud interroga sobre la
sensación de ahogo en aquellos momentos, a lo cual Catalina responde que los
sentía en menor intensidad que cuando descubrió a su tío con Francisca. Seguido
a esto cuenta la joven a Freud, que ella sospechaba ya de la relación que
sostenía su prima Francisca con su tío, dado que en una ocasión descubrió que
este, estaba a punto de entrar al cuarto de Francisca, y cuando
Catalina le pregunto a su tío que hacia
entrando ahí, este exclamo, “(…) me he
equivocado” (p.105).
Curiosamente al finalizar, con su
relato, Freud narra que Catalina mostró una “(…)
transformación. En su rosto, antes entristecido y doliente, se pinta ahora una
expresión llena de vida” (p. 105). Es en este momento cuando Freud desde su
interpretación, hace la observación a la joven diciéndole: “Ya sé lo que pensó usted cuando advirtió lo que sucedía en la
habitación de su tío. Seguramente se dijo usted: Ahora hace con Francisca lo
que quiso hacer conmigo aquella noche y luego las otras veces. Esto fue lo que
le dio a usted asco, haciéndole recordar la sensación que advirtió al despertar
por la noche y notar el cuerpo de su tío junto al suyo” (p. 105).
Catalina después de cruzar algunas
palabras con Freud, prefiere evitar seguir profundizando sobre el tema, de
todos modos, dice Freud: “(…) solo me
resta agradecerle que resulte tanto más fácil hablar con ella que con las
mojigatas damas de mi practica urbana, para quienes todas las cosas naturales
son obscenas” (p. 147). El único punto que según Freud quedaba por
resolver, era la proveniencia de la alucinación del rostro que producía horror
en la joven, por lo cual hace una interrogación final al respecto, manifestando
Catalina lo siguiente: “Si, ahora lo sé:
la cabeza es la de mi tío, ahora la reconozco; pero no de aquel tiempo. (…) El
rostro que yo ahora veo siempre es su rostro cuando estaba furioso” (p. 147).
En
este punto Freud empieza a sacar sus primeras conclusiones sobre el caso:
“Estas palabras me recordaron que el primer
síntoma de la histeria, o sea, los vómitos, desapareció a poco, subsistiendo el
ataque de angustia con un nuevo contenido (…) No puede tampoco extrañarnos que
el símbolo mnémico procediese, precisamente de esta época ulterior, durante la
cual se sucedieron de continuo en la casa las escenas violentas (…), pues por
tales circunstancias fue esta una época de acumulación y retención para la
paciente” (p.
106).
Epicrisis del
Caso.
En esta parte Freud menciona que de
aceptar la precisión de su interpretación, “(…)
podremos considerar las dos series de sucesos eróticos como factores traumáticos,
y la escena del descubrimiento de la pareja, como un factor auxiliar” (p.
106). Lo que argumenta Freud al respecto es que los dos acontecimientos en los
cuales el tío, acosó a Catalina, crearon un contenido conciente, “(…) excluido de la actividad mental del yo”
(p. 107), y permanecieron sin modificación alguna, hasta el momento del
descubrimiento de la pareja, ya que es aquí donde se creó una “(…) conexión asociativa de dicho grupo
aislado con el yo” (p. 107). La
razón de la exclusión mencionada es la “(…)
ignorancia, que le impide toda elaboración de las experiencias sexuales. Desde
este punto de vista puede considerarse típico el caso de Catalina. En el
análisis de toda histeria basada en traumas histéricos comprobamos que
impresiones de la época presexual, cuyo efecto sobre la niña ha sido nulo,
adquieren más tarde como recuerdos, poder traumático, cuando la adolescente o
ya mujer, llega a la comprensión de la vida sexual” (p. 107). Por último Freud, menciona una
particularidad más en este caso y es la evidente “incubación” (p. 107), de los fenómenos histéricos, ya que no se
manifiestan después del trauma, sino después de un tiempo, que Charcot (citado
en Freud, 1893) denominaba “época de
elaboración psíquica” (p. 107). En este caso la angustia que padecía
Catalina según Freud, se relaciona con muchos casos similares, en los cuales la
causa es una sospecha de relaciones sexuales en sujetos virginales.
Cabe
revisar en este momento el pie de página que realiza Strachey, en el cual Freud
explica mediante una nota agregada en 1924, un dato de vital trascendencia para
la posterior revisión de este caso:
“Después de tantos años, me atrevo a infringir la discreción
entonces observada y a indicar que Katharina no era la sobrina, sino la hija de
la hospedera. Vale decir que la muchacha había enfermado a raíz de unas
tentaciones sexuales que partían de su propio padre. Una desfiguración como la
practicada por mí en este caso debería evitarse a toda costa en un historial
clínico. Naturalmente, no es tan irrelevante para entenderlo como lo sería por
ejemplo, el traslado del escenario de un monte a otro” (p.149-150).
La nota anterior puede tener efectos
de división del modo en el que se revise el caso, puesto que en este momento toma
un sentido de error del cual el lector interesado de algún modo en el ejercicio
analítico, debe servirse a fin de observar aspectos importantes que pueden
evitarse tal como lo sugiere Freud, por la relevancia de los datos en este caso
“desfigurados”.
El
presente caso data de 1893, aunque en las obras completas no se especifica el
año, investigaciones posteriores, lograron precisar algunos aspectos de los
pacientes que atendió Freud. En el caso que nos compete, Aurelia Kronich, es el
nombre real de “Catalina”. El texto corresponde al compilado de Estudios sobre
la Histeria, ubicado entre 1893 y 1895. Los primeros que revelaron la verdadera
identidad de Catalina fueron Hirschmuller y Fichtner, en 1895, revelando que
Kronich fue la segunda “hija de una pareja
de ricos hoteleros vieneses. El padre, Julius Kronick, sedujo en efecto a
Barbara Göschl, su sobrina política, cuando ésta tenía 25 años. Más tarde se
casó con ella, y tuvieron dos hijos. En cuanto a Aurelia, se casó con un
húngaro, tuvo seis hijos, y en 1903 volvió a vivir en los Alpes austríacos,
donde murió veintiséis años más tarde” (Roudinesco y Plon, 1998).
Recordemos que Freud, “atendió” a la
llamada Catalina a sus 37 años, antes de abandonar por completo la hipnosis y
el método catártico de su ejercicio terapéutico, por lo cual en algún momento
del análisis menciona que consideró la hipnosis como alternativa, sin embargo
prefiere entablar un diálogo más fluido con la joven. Por su parte, si tenemos
en cuenta el año en que se desarrolló el caso, resulta bastante interesante la
forma como Freud lo aborda, si bien incluyendo muchos aspectos hoy vistos como
impertinentes, como es el caso de la interpretación constante incluida en el
desarrollo de la sesión; también manifestando formas muy vigentes como lo es el
inicio de la asociación libre como herramienta para llegar al Inconciente. Por
algo casos como el de Catalina se consideran fundadores de la asociación libre
en el sentido de que a medida del avance en su experiencia, Freud considera que
existen otros métodos para emplear en análisis utilizados la mayor parte de
veces, en los estudios sobre la histeria; a fin de la cura, distintos a la ya
mencionada hipnosis y el método catártico.
Peter Swales, consideró que el caso
Catalina, es el primer psicoanálisis Salvaje, aludiendo al texto de Freud publicado
17 años más tarde del famoso encuentro con la joven austriaca. Los elementos en
los que se fundamenta Swales, para afirmar lo anterior, tienen que ver con que
no se tiene en cuenta en él, aspectos como la transferencia, y las resistencias
presentadas en la paciente, sino que en tanto que salvaje, el análisis se
remite al contenido reprimido, revelado desde la interpretación del
practicante. El psicoanálisis salvaje se define por la falta de experticia para
llevar a cabo un proceso analítico, debido ya sea a carencia de fundamentos teóricos
suficientes, o a no haber experimentado un análisis personal, antes del
ejercicio clínico. En el caso de Catalina, uno de los principales argumentos de
Swales para denominarlo como el primer psicoanálisis salvaje, tiene que ver
claramente con la siguiente premisa:
“(…) constituye un error de técnica lanzar
bruscamente al rostro del paciente, durante la primera visita, los secretos que
el médico ha adivinado” (Laplanche y Pontails, 1996)
Premisa que por cierto, Freud abandona
en el caso puesto que a medida que Catalina narraba su situación, este la
puntualizaba desde su interpretación, o su deseo de: "adivinar con acierto” (p.102) por lo cual años más tarde reconoce
su error, referido a este aspecto y al parentesco que Catalina contó de forma
verosímil en relación a su tío, quien realmente era su padre, por eso
mencionaba Sigmund Freud que:
“La
verdad al cien por cien, existe tan poco como el alcohol al cien por cien”
(Freud).
Santiago de Cali, Marzo 2014.
Referencias
Freud, S. y Breuer, J. (1893-1895).
Estudios Sobre la Histeria. Obras
Completas, I
Tomo. Madrid-España: Biblioteca Nueva.
-
(1893-1895). Estudios sobre la Histeria. Obras Completas. Tomo II.
Buenos
Aires-Argentina: Amorrortu editores.
Laplanche, J. y Pontails, J.B.
(1996). Diccionario de Psicoanálisis. Buenos
Aires-Argentina:
Paidós.
Roudinesco, E. y Plon, M.
(1998). Diccionario de Psicoanálisis. Buenos Aires-
Argentina:
Paidós.
Tenorio, M.C. (1988). Consideraciones
En Torno A La Construcción Del Caso
Clínico En
Psicoanálisis. Paris-Francia: Cuadernos de Psicología.